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El diseño cuidadoso de un baño accesible para personas con discapacidad permite decorar este ambiente de forma tal que sea seguro y funcional, pero no necesariamente se tiene que renunciar a un resultado estético agradable. No cabe duda de que el baño es uno de los ambientes que más desafíos conlleva para los diseñadores y empresas que, en los últimos decenios, han evolucionado y modificado sus catálogos para incluir sanitarios y accesorios capaces de satisfacer las más diversas necesidades sin descuidar la estética y las formas.
En 1985, el arquitecto estadounidense Ronald L. Mace acuñó la expresión «Universal Design» para indicar un método de diseño específico que permite la construcción de edificios y ambientes (además de productos y servicios) que todos pueden utilizar y a los que pueden acceder incluso personas con discapacidad. Por tanto, el consiguiente concepto de «Universal Design» (Diseño para Todos) expresa el pensamiento según el cual todos los seres humanos son diferentes y cada uno tiene el derecho a elegir su propio estilo de vida sin estar condicionado por barreras físicas o sociales. Siempre que sea posible, es aconsejable diseñar el baño sin barreras arquitectónicas, incluso cuando las necesidades de quienes viven en la casa no lo requieren. Por tanto, se debe evitar la presencia de escalones, desniveles o muebles demasiado grandes que puedan convertirse en un obstáculo. Ya sea que se trate de una nueva construcción o de una restauración, la elección de eliminar todas las barreras posibles se puede considerar una inversión para el futuro. Con el paso de los años, incluso cuando no se tienen condiciones físicas particulares, la ausencia de barreras permite vivir los ambientes con mayor facilidad. Por ejemplo, en el caso específico del baño, se recomienda montar una puerta con 80-90 cm de ancho y dejar un espacio libre de obstáculos en el centro del baño de al menos 150 x 150 cm, así como espacios libres entre un elemento y el otro.
La ausencia de barreras permite una vida más fácil no solo a las personas con discapacidad, sino también a todo aquel que, por algún tipo de problema o a causa de la edad avanzada, se encuentre en una condición de movilidad reducida. Una vez que hayamos comprobado la ausencia de barreras arquitectónicas, el siguiente paso será elegir los sanitarios adecuados, preferiblemente suspendidos y ergonómicos, con el asiento a 45-50 cm de altura del suelo y con una profundidad de alrededor de 75-80 cm de la pared. El lavabo, preferiblemente suspendido y sin columna, se debe colocar a una altura útil para quien tiene que utilizarlo, incluso en una silla de ruedas, dejando espacio libre debajo para permitir acercarse con facilidad al grifo (a ser posible, monomando o de palanca). Más tarde, se puede pasar a la elección del espejo, preferiblemente inclinado o basculante, y de accesorios como los asideros de apoyo, instalados por lo general a 80 cm del suelo, para facilitar los movimientos y evitar accidentes domésticos peligrosos. La ducha accesible, con su plato a ras del suelo, puede no tener puerta o tener una puerta batiente suficientemente grande para permitir cualquier movimiento o de corredera, y además se puede equipar con un asiento para ducha que debe instalarse a 50 cm del suelo. Como alternativa, es posible instalar una bañera accesible con puerta.
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